viernes, 26 de abril de 2013

El sueño de su vida.


El gris tiene muchos matices y tiende a invadir aquello que parece blanco impoluto o negro impenetrable.

Desear lo mejor para Tito Vilanova no significa defender, contra cualquier argumento, que siga viviendo el sueño de su vida. Porque el sueño de su vida, entrenar al F.C. Barcelona, conlleva una serie de tributos que no son de fácil cumplimiento.

En los pocos meses en los que Tito ha ocupado el banquillo del Barça, ha demostrado sobradamente su capacidad para manejar una responsabilidad de tan alto voltaje. Pocos discuten su preparación para llevar las riendas de un grupo de jugadores de élite. Con todo lo que ello comporta.

Pero uno de los deberes irrenunciables del entrenador del mejor equipo del mundo es el de controlar de primera mano, en persona, todos los aspectos relacionados con el grupo y con el entorno. 

Es evidente que todos estamos sometidos a la posibilidad de sufrir un repentino problema de salud o a un accidente. Es la vida. En las posiciones estratégicamente más importantes, es bueno cubrirse las espaldas y jugar sobre seguro.

Ojalá Tito esté en condiciones de cumplir esa exigencia. Si es así, adelante. Él lo afirma. Le creemos. 

Si no es así, el Barça es muy grande y ofrece posibilidades de crecimiento profesional más allá del banquillo.

El sueño de tu vida es muy importante. El sueño de millones de seguidores también.

miércoles, 24 de abril de 2013

¿Sublimación de la excelencia? Ante todo, mucha calma...


En la mañana después de la desgracia, los culés más reaccionarios lo quemaríamos todo y los culés new age mirarían a otro lado mientras siguen agradeciendo al equipo los servicios prestados.

En Can Barça, las debacles han servido tradicionalmente (como en la mayoría de corrales) para hacer tabla rasa, lanzar fuegos artificiales y huir hacía adelante. Esto es, para aniquilar la base, lanzarse al postureo y cagarla estrepitosamente.

Últimamente, sin embargo, la excelencia ha paralizado en más de una ocasión el dedo responsable de presionar el botón eyector. El buenismo de lo políticamente correcto ha llevado a tolerar la autocomplacencia, la pasividad y el cachondeo (que se lo pregunten a Ronaldinho y a Deco).

Como en todo, en el punto medio está la mesura.

En ocasiones anteriores, las decisiones traumáticas vinieron forzadas por situaciones que parecían exigir cortinas de humo que tapasen vergüenzas más groseras que la puntual hecatombe de turno...

El motín del Hesperia explotó en medio de la travesía del desierto, Florentino secuestró a Figo de un Barça que había dejado de ganar y el pasillo en el Bernabéu se produjo con el trasfondo de dos años en blanco.

Esta vez, el sopapo se produce disputando una semifinal de Champions por sexto año consecutivo y a punto de ganar una Liga en la que se pueden batir todos los récords del Madrid de los récords. 

¡Una Liga! Hubo décadas, queridos niños y niñas, en las que el Barcelona no ganaba una Liga ni fichando a Manolo Clares. Ahora, parece que algunos quieren hacer creer que una Liga sabe a poco. Que no os embauquen. ¡Al loro! Qué no estamos tan mal... hombre.


Ensimismados en la perfección del modelo, se ha tendido a buscar la sublimación de la excelencia, pasando de un estado líquido en el que Touré Yaya imponía, Keita sostenía y Eto'o fulminaba, a un estado gaseoso en el que la posesión absoluta impide defender un corner en condiciones.

Pero si pese a todo creemos que el modelo es el adecuado, que está consolidado, hemos de tomar la derrota en Múnich como una magnífica oportunidad para tomar aquellas decisiones que no por desagradables, dejan de ser absolutamente necesarias.

El Barça tiene los mimbres para seguir siendo el mejor. Únicamente ha de volver a la esencia.

Si Valdés se va... que se irá, se impone la necesidad de incorporar carácter, agresividad y hambre en cada una de las líneas del equipo, banquillo incluido. Tenemos valores. Muchos. Pero hay cosas en la vida aún más importantes que el fútbol y estamos hablando de un club profesional, de élite. Quien no pueda estar centrado al cien por cien debe dejar paso a quien tenga disponibilidad absoluta.

Ahora toca ganar la Liga. Celebrarla. Intentar sumar todos los puntos en disputa y marcar el máximo número de goles posibles. Recibir al Bayern con todo el respeto del mundo, hacer el mejor papel posible... y volver a intentarlo el año que viene.

Ante todo, mucha calma. Hoy es el primer día de una nueva etapa. Una nueva etapa que puede ser aún mejor.

jueves, 4 de abril de 2013

Prisioneros del guardiolismo.


El villarato y su hijo bastardo, el platinato, se sustentaban en dos premisas: la exageración hilarante y el silencio cobarde.

De lo que se trataba era de propagar, a través de una red mediática afín y apabullantemente mayoritaria, que el Barça ganaba gracias a unos árbitros que actuaban intimidados por un Villar deudo de los compromisos adquiridos con Laporta en la Federación Española de Fútbol. De propina, Platini se convertía en colaborador necesario de la trama.

Ese entramado conspirativo universal tenía por objeto beneficiar impúdicamente al pérfido F.C. Barcelona y, en consecuencia, perjudicar a un indefenso Real Madrid.

Después de cada partido del Barça, los medios sobre los que se sostenía la teoría del villarato se encargaban de destacar y repetir, hasta la saciedad, cualquier error arbitral que pudiese favorecer a los de Guardiola, fuese éste totalmente determinante o absolutamente irrelevante, pero elevándolo siempre a niveles de escándalo nacional; buscaban señales conspirativas en vacuos y anodinos lances del juego y, por supuesto, ignoraban, silenciaban, ocultaban rastreramente cualquier jugada en la que el perjudicado fuese el F.C. Barcelona.

Con este simple pero sonrojante sistema, en el que el tamaño del altavoz primaba sobre la honestidad del mensaje, se consiguió que por ejemplo, una semifinal entre Barça y Chelsea, en la que el equipo más perjudicado en el cómputo de los dos partidos fue el blaugrana, se convirtiese en el mítico "escándalo de Stamford Bridge", del que muchos creen recordar cuatro penaltis que en realidad se reducen a unas manos clarísimas de Piqué dentro del área. Aquello desembocó en una inapelable victoria en Roma sobre el Manchester United de Cristiano Ronaldo, victoria que el inefable José Mourinho se encargó de traducir en una Champions que a él le habría dado "vergüenza de ganar".

En definitiva, se daba carta de naturaleza a la manipulación y a la tergiversación... los malos eran los buenos y los buenos meaban colonia. Pero lo más grave era la coacción a la que se sometía a los árbitros, coacción que se convirtió en el mayor mérito de un entrenador que había sido contratado para revertir el curso de los acontecimientos.

Un par de temporadas después, con una Liga balsámica en el palmarés de un Mourinho que se ha quedado sin antagonista de referencia en el banquillo rival, la siguiente vuelta de tuerca, la que viene a justificar lo injustificable, la que pretende hacer tabla rasa de lo que fue un ultraje, es la de equiparar actuaciones, comparar lo incomparable.

Cuando el F.C. Barcelona se queja de un arbitraje en el que destaca un error técnico, no de interpretación, sino de aplicación del reglamento, la tristemente famosa caverna salta a la yugular homologando una reclamación oficial con las enloquecidas y legendarias rajadas de The Only One.

Según ellos, caen las caretas. Todos son iguales. El Real Madrid tiene patente de corso para denunciar. El F.C. Barcelona es prisionero del guardiolismo y tiene que limitarse a comentar como llueve cuando se le mean en la oreja.

Señalar un flagrante error en la aplicación del reglamento es lo mismo que denunciar contubernios en lo universal contra la sacrosanta unidad del madridismo, y a partir de ahí, sólo queda confundir los valores con la estulticia y esperar que los árbitros crean que unas manos en el área del Real Madrid son, por definición, involuntarias.

Ante todo, humildad.



El espíritu de Saporta.


Las mourinhizadas nuevas generaciones de aficionados blancos hablan, más que nada de oídas, de un tal Santiago Bernabéu como padre espiritual del madridismo. Muchos de ellos sin embargo, ignoran quien fue el auténtico artífice de la prefabricada gloria internacional del Real Madrid: Raimundo Saporta.

Saporta, nacido en París en 1926, se incorporó al Real Madrid en 1947. En 1948, a los 22 años ya era vicepresidente de la Federación Española de Fútbol; en 1953 se encargó de las negociaciones que culminaron con el viaje de Alfredo Di Stéfano desde Barcelona a Madrid para fichar por el club de Concha Espina; y en 1955 impulsó, junto al editor del diario L'Equipe, Gabriel Hanot, la creación de la Copa de Europa de clubes.

Los contactos de Saporta en la UEFA aportaron evidentes beneficios a nivel continental a un Real Madrid que ya contaba con una sólida posición de sostén por parte de las autoridades españolas de la época.

Muchos años después, cuando el máximo exponente de lo que ahora quiere representar el Real Madrid es José Mourinho, el entorno mediático madridista no ha dudado en invocar reiteradamente al espíritu de Juanito para levantar situaciones desesperadas. Pero la hegemonía barcelonista no ha hecho más que convertir la memoria del de Fuengirola en poco más que en un icono de la cofradía del clavo ardiendo merengue.

Visto lo visto en los últimos años, y visto lo visto en la actual edición de la Champions League, parece al Real Madrid le sale más a cuenta encomendarse a la protección del espíritu de Saporta.

Sin duda es mucho más provechoso.



viernes, 22 de marzo de 2013

¿Por qué llora Mou?


No dar puntada sin hilo...

Esa es una expresión que siempre me ha llamado la atención. El sentido parece claro. Se refiere a alguien que nunca hace o dice nada sin la intención de sacar provecho. Pero nunca he tenido del todo claro si el que da la puntada es un vivales o un tío muy lúcido. Lo lógico sería pensar que las dos cosas.

Alguien que no ha dado una puntada sin hilo en toda su vida es José Mourinho, un espabilado y, en principio, inteligente portugués con residencia temporal en España. Todas los lágrimas, excusas, quejas, bravatas e inconveniencias expelidas por esa boquita de piñón han tenido siempre una segunda, e incluso tercera y puñetera intención.

Lo que no cuadra con la inteligencia del personaje... insisto, personaje, es su contumaz empeño en creer que al resto de los mortales nos falta un hervor. La inteligencia propia no es un valor comparativo. Uno no es más capaz cuánto más mendrugo es el otro. 

Y sin embargo, The Special One, animado por la incondicional entrega de su masa de fervientes seguidores, insiste en menospreciar la capacidad intelectual del resto de la humanidad.

Casi tres meses después de no ganar el Balón de Oro como mejor entrenador de 2012, y casi tres meses después de que la niña de sus ojos no ganase el Balón de Oro como mejor jugador de 2012, The Only One decide aprovechar el parón liguero para refocilarse en su ciénaga particular, y creyendo que todos nos chupamos el dedo, hace ver que echa mierda sobre el mismo organismo que le consideró el mejor entrenador del mundo mundial en 2010 y que consideró al club que le paga como el mejor club del siglo XX.

Pero Mou no ensucia el buen o mal nombre que pueda tener la FIFA. Lo que José Mourinho pretende es, ante la que se avecina, liquidar un galardón que, ¡oh, Dios mío! podría recaer por quinta vez consecutiva en un Messi al que no afectan las campañas de imagen que se puedan orquestar en favor de Cristiano Ronaldo (otro portugués que pasa dificultades en España).

Un Messi con cinco Balones de Oro, y firme candidato a ganar el Mundial de 2014, sería mucho más de lo que podrían soportar los adoradores del clan portugués del Real Madrid.

Si además, Tito vuelve a tiempo para ganar en el año de su debut Liga y Champions, cabría la posibilidad de que, ¡maldición!, el Balón de Oro al mejor entrenador siguiese el camino que señaló el dedo del que no da puntada sin hilo.

¿Por qué llora entonces Mou?

Está claro. Hay que destruir el Balón de Oro... No da más que disgustos.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Después de la semana fantástica, ya es primavera en la caverna.


Hay un señor que se llama Paulo Duarte, antiguo ayudante de José Mourinho en el União Leiria y hoy seleccionador nacional de Gabón, al que le faltó tiempo para ponerse en contacto con su antiguo jefe para decirle que no, que era mejor que no contase con su sufragio en la elección del Balón de Oro al mejor entrenador, ya que su voto había entrado fuera de plazo.

Parece ser que en diciembre, The Special One ya sabía quien ganaba y quien perdía el dichoso premio. Ante semejante catástrofe, Mourinho decidió no hacer acto de presencia en la Gala celebrada el pasado 7 de enero en Zurich... porque ya se sabe que Mou no es muy partidario de ver como los demás celebran algo.

Hace dos años, Mourinho ganó por un escaso margen ese galardón tan desprestigiado ahora en el entorno madridista. Se supone que entonces todo estuvo en orden. Del Bosque y Guardiola, fíjate tú, estuvieron allí para aplaudirle.

El tema no daría para más si no fuese porque a los late night mourinhistas de la TDT cavernaria, no se les ocurrió otra cosa, en caliente, que dar veracidad a la ultima tontería de The Only One.

Y es que parece que después de la semana fantástica del Real Madrid, la llegada de la primavera ha desnudado la situación real del equipo blanco... buena, bastante buena, pero no tan excepcional como nos quisieron vender.

El Madrid de Mou está muerto en la Liga, vivo en Champions y muy vivo en Copa, pero más allá de la Supercopa de España, no tiene aún ningún título que celebrar.

Se ganó bien a un Barça al que ya veían fuera de la Champions. De repente, la Décima y la Copa del Rey estaban al alcance de la mano. Pero apenas quince días después, la Liga está ya casi en las vitrinas del Museu del Barça, los hombres de Tito y Roura vuelven a ser favoritos para llevarse la Champions y la Copa tendrán que jugarsela a una carta ante el Atlético de Simeone y Falcao.

Parece que las dudas florecen cual astenia primaveral y los marrones se liquidan por la vía rápida.

El mensaje es que el Real Madrid está mejor que nunca y que Mou sigue siendo la víctima de una conspiración global del siniestro madridismo disfrazado.

Ya puestos, los defensores de los símbolos patrios y de los himnos sacrosantos, incluso justifican que Benzemá no cante el himno de Francia... deben pensar que todo vale mientras sea el himno de otros y que menos mal que la Marcha Real no tiene letra.

Lo que les está costando más es justificar que un multimillonario que se ha hecho con el control de una de las instituciones más mediáticas del Estado, se queje de lo difícil que resulta ser portugués en España.

Por hablar de un país allí arriba, casi castran a Guardiola.

Pero esa es otra historia.

martes, 12 de marzo de 2013

Estaban centrifugando...


A 13 puntos en Liga, el pertinaz fin de ciclo volvía a aflorar con fuerza en el siempre sediento de sangre entorno medíático madridista.

Con el Barça fulminado en Copa, la tercera Champions se antojaba más asequible para Mourinho. Esa Tercera coincidiría, anecdóticamente, con la tan anhelada Décima... y con una Copa y una Champions, la Liga del Barça se querría vender como un torneo de primavera.

Pero lo único que le faltaba a los herederos del Dream Team era ofrecer a su afición una remontada histórica... y los del recalcitrante fin de ciclo han demostrado a los aficionados más jóvenes en que consiste una auténtica montaña rusa de emociones.

Los culés veinteañeros merecían una noche como esta. Los más mayores quizás no... no serían, no seríamos capaces de resistir otra noche como esta.

A partir de aquí, lo que pase será grande o será inconmensurable, pero los del obstinado fin de ciclo han demostrado que el ciclo no ha acabado...

Estaban centrifugando.



domingo, 10 de marzo de 2013

Alivio en el fracaso del otro.


No hace tanto, ganar una Copa ya era un gran éxito que, además de justificar una temporada, ennoblecía un palmarés brillante pero siempre necesitado de seguir creciendo.

Hoy en día, con los dos transatlánticos de la Liga española encaramados en lo más alto de la élite del fútbol mundial, los títulos ya no son un objetivo. Son una obligación.

El Real Madrid no ha conseguido nunca en su historia conquistar Liga, Copa y Champions de una sola tacada. El F.C. Barcelona ganó, en 2009, los tres grandes títulos de la temporada, además de la pedrea en forma de Supercopa de España, de Europa y Mundialito de Clubes.

Pero el Real Madrid tiene más Copas de Europa que nadie. Eso si. Y lo demás, para según quien, parece anecdótico... una moda pasajera.

Y es que, últimamente, además de presumir del porrón de trofeos de tus vitrinas, lo que se lleva es demostrar la vergüenza que produciría ganar los del otro. Parece que, además de ganar, lo importante es que el vecino pierda.

Y esa sensación, ese sentimiento, a medida que los dos grandes se van quedando solos en la madrugada, más que remitir, va hinchándose peligrosamente.

Las derrotas ajenas se celebran como las propias victorias.

Si el Barça gana la Liga, pero el Madrid se lleva la Copa y la Champions, guste o no, la Liga será una Liga pequeña, diminuta.

Si el Barça consigue eliminar al Milan, conquista la Champions y remata la Liga, la Copa del Madrid será, digan lo que digan los voceros del madridismo, un trago corto... muy corto.

Y si el Barça gana la Liga, gana la Champions, y el Atlético campeona en un Bernabéu liberado de obras en los miccionarios, el doblete del Barça valdrá casi tanto como el triplete de 2009. O más.

Todo esto puede parecer triste... muy triste.

O no.

jueves, 7 de marzo de 2013

La vergüenza de ganar títulos...


El Real Madrid ha superado la que había de ser la semana del holocausto merengue clasificándose para la final de Copa, para cuartos de Champions y derrotando dos veces al F.C. Barcelona.

A pesar de mantenerse tercero en la Liga a 13 puntos del líder y de no haber conseguido aún ningún título (más allá de la Supercopa de España, hace ya unos meses, superando también al Barça), el alivio sentido por la parroquia blanca es más que razonable.

En este escenario, con la Liga perdida pero con mucho que ganar, el sentido común debería conducir al entorno madridista a medir esfuerzos, dosificar emociones y administrar arrebatos. 

Pero en un fútbol de trinchera, percutido y perturbado por un pseudoperiodismo de bufanda y pandereta, el sentido común, la cordura más elemental, brillan por su ausencia; y donde el destino tiende puentes de oro a la sensatez, la obcecación, la obstinación en el error, impone el ridículo más colosal a aquellos que tienen en su mano la posibilidad de enmendar gravísimos errores del pasado.

Después de años de villarato, platinato, calendariato y cualquier ato que pudiese ensuciar los logros del rival, los talibanes del nacionalmadridismo mediático miran para otro lado y, lejos de reconocer errores, insisten en la mentira. Allí donde toda Europa ve errores arbitrales que favorecen al Real Madrid, la yihad mourinhista se mantiene en que el perjudicado sigue siendo el equipo blanco, y de paso, reavivan sin pudor los mitos con los que han podido soportar la hegemonía blaugrana de estas últimas temporadas.

Deberíamos, entre todos, esforzarnos en olvidar los envenenados argumentos con los que Mourinho ha inoculado a una receptiva caverna mediática, para disfrutar, desde nuestros irreconciliables rincones futbolísticos, de un final de temporada que, muy a pesar de algunos, aún puede deparar insospechadas emociones.

En definitiva, la vergüenza ajena debería servir, además de para sentirla con los títulos que ganan los demás, para modular las propias actitudes.


viernes, 1 de marzo de 2013

Jugar con las cartas marcadas.

El antimadridismo, ese colectivo global que gracias a un entrenador portugués se multiplica día a día, se las prometía muy felices cuando antes del partido de vuelta de la Copa del Rey, la perspectiva de que el Real Madrid quedase fuera de las tres competiciones en apenas ocho días parecía más que tangible.

Después de eliminar al Barça en su propio estadio, cualquiera diría que las tornas han cambiado y que el equipo que aventaja al otro en 16 puntos en el campeonato de Liga es el Real Madrid.

De repente la Copa ya está ganada, la Décima al alcance y la Liga no es más que un estorbo en una temporada diseñada para conseguir otros objetivos.

De aquí al mes de mayo, pueden pasar muchas cosas. Está claro que si, que el Real Madrid puede ganar en Manchester y llegar a conseguir la Champions, barrer al Atlético en la final de Copa e incluso, ganar al Barça mañana, esperar que culés y colchoneros tengan una pájara descomunal y ganar la Liga con una remontada histórica.

Sin embargo, observando las reacciones de la prensa acólita, parece que a nadie se le pase por la cabeza la posibilidad de que el Barça pueda ganar mañana virtualmente la Liga en el Bernabéu, de que el Real Madrid caiga eliminado en Champions por el Manchester United e incluso ¿porqué no? por el propio F.C. Barcelona y de que el 18 de mayo, los aficionados del Atlético de Madrid celebren la consecución de la Copa del Rey en Neptuno.

Y eso sucede por la inveterada costumbre del entorno mediático madridista de jugar con las cartas marcadas.

Si mañana gana el Barça en el Bernabéu, será porque la Liga ya no cuenta y ganar a los "suplentes" del Madrid lo hace hasta la Ponferradina.

Si mañana gana el Real Madrid, la Liga estará viva, el Barça acabado y los próximos catorce balones de oro se tendrán que repartir entre Cristiano, Callejón y Arbeloa.

Pase lo que pase, gana el Real Madrid.

Tal vez sea así... pero si unos juegan con las cartas marcadas, otros aún creen en la justicia poética.

jueves, 28 de febrero de 2013

El contumaz fin de ciclo.


El Barça es una moda, el Real Madrid una leyenda.

Esta sentencia de nuevo cuño es la versión 2.0 de la máxima que, desde hace más de cincuenta años, viene manejando el entorno madridista: ningunear todo lo relacionado con el Barça. 

Los rectores de la opinión blanca se han empleado a fondo en presentar al barcelonismo en pleno como una tribu atenazada por el víctimismo, obcecada por una insuperable madriditis y acogotada por un derrotismo limitante.

En algún momento, esa visión externa de lo que es el Barça ha tenido una base real. La realidad de España en los años 50, 60 y 70 pudo dar pie a que un sentimiento de impotencia generalizada paralizase las ilusiones y las expectativas de una afición, de una sociedad, muy castigada por continuos e hirientes desengaños.

Mientras la frustración de unos coincidía con la felicidad de otros, una masa social mucho menos global que la actual confería a la culerada un rasgo tan catalán como es el fatalismo congénito, y más allá de la categoría de una u otra plantilla, de la existencia o no de ayudas arbitrales o de la desmesurada diferencia de volumen en los respectivos altavoces mediáticos, el hábito de ganar se instalaba, parecía que definitivamente, en el espíritu madridista.

A principios de los 90, sin embargo, algo agitó la conciencia del barcelonismo. Un anticipo holandés de lo que Mourinho significaría veinte años más tarde para el madridismo, devolvía al barcelonismo la confianza en sí mismo.

Un modelo mantenido en el tiempo, que ha  conseguido sobrevivir incluso a la gestión de infames directivas, ha llevado al F.C. Barcelona a transformar lo que era poco más que un sentimiento identitario en la convicción de que las tornas han cambiado, de que lo normal es que ganen más los que mejor juegan.

La obsesión del madridismo mediático, ante la imposibilidad de negar la evidencia, ha derivado en el contumaz esfuerzo de poner coto al éxito del concepto Barça. En poner muchos peros y en limitar en el tiempo, en convertir en una "moda", en poco más que villarato, una idea que ha llegado para quedarse.

El pasado martes, el Real Madrid le dio un repaso al F.C. Barcelona y lo eliminó de la Copa en un Camp Nou muy poco acostumbrado, en los últimos tiempos, a estropicios de semejante magnitud.

El varapalo ha sido duro. El barcelonismo no ha conseguido, horas después, encajar el golpe como si hizo con recientes quebrantos. Pero el Barcelonismo no debe olvidar que se superaron, sin problemas, fines de ciclo tan cavernariamente apocalípticos como la eliminación por abandono de Ronaldinho, la mourinhista eliminación en Champions ante el Inter, la derrota en la final de aquella Copa propensa a las caídas o la Liga de los 100 puntos.

Todo se superó sin problemas porque el modelo está claro y bien definido. Se pueden cometer errores, como ya se han cometido con anterioridad, pero si el equipo está a la altura de lo que él se espera, la fidelidad a un concepto, a una idea, ha de convertir en simple anécdota cualquier derrota.

En lo que siempre superará el madridismo al barcelonismo es en el positivismo ante la adversidad. Una victoria anula un ciclo, una derrota, si conviene, se puede vender como un éxito.

El sábado puede que veamos un nuevo capítulo. 

Cuestión de idiosincrasia.

martes, 26 de febrero de 2013

Baja laboral de larga duración.


Con un Real Madrid al borde del abismo, el F.C. Barcelona ha demostrado, una vez más, que su instinto asesino es más bien escaso.

El Barça no ha entendido que las variantes tácticas son compatibles con el sacrosanto estilo de juego y que, cuando la curva de rendimiento diseñada para tocar fondo físicamente en febrero, coincide con compromisos de mayor entidad de lo previsto a principio de temporada, es factible introducir algún golpe de efecto capaz de contrarrestar las armas de equipos físicamente superiores que, además, comienzan a saber de memoria como afrontar la posesión blaugrana.

Evidentemente, todos podemos ejercer de técnicos virtuales en las redes sociales. Las decisiones reales, las que cuentan, debe tomarlas, sin embargo, el director técnico de cada equipo. Y un equipo de élite, como es el F.C. Barcelona, acostumbra a tener un único y cualificado primer entrenador.

Por los motivos que todos conocemos, esta temporada el Barça no puede contar, desgraciadamente, con su  único y cualificado primer entrenador, y pese a que la propia inercia de un equipo ganador pareció enmascarar en los primeros momentos de ausencia la dura realidad, esa realidad se está mostrando con toda su crudeza en el peor momento posible.

Porque aunque la Liga esté ganada, quedar eliminado por tu máximo rival en una competición como la Copa y afrontar con una importante desventaja un cara o cruz ante un incómodo adversario en Champions, convierte lo que podía ser otra temporada histórica, en una buena temporada a secas... muy a secas.   

Todos esperamos el regreso del titular del banquillo del Barça confiando en su total recuperación. Pero algunos nos preguntamos, ahora probablemente con cierto ventajismo, si la solución adoptada por el club para cubrir una baja laboral de larga duración ha sido la más acertada.

Y es que, por ejemplo, que en una semifinal en la que era importante adelantarse en el marcador, se haya echado mano de los revulsivos en forma de artillería cuando lo que hacía falta entonces era evitar una goleada histórica, puede hacer pensar a más de uno.

O tal vez no.

domingo, 24 de febrero de 2013

Inasequible al desaliento.


Superada aquella fase de la temporada en la que algunos hombres somos capaces de hacer más de una cosa a la vez, como ver un partido de fútbol mientras discutimos con aquella alegría sobre la prima de riesgo, llegan esos momentos en que se requiere toda nuestra atención,  los momentos en los que mientras juega nuestro equipo no sabemos si estamos sentados en el sofá de casa o en la tercera gradería del estadio.


El próximo martes, Barça y Real Madrid ventilan la primera de sus finales particulares. El que supere la eliminatoria tendrá la gran oportunidad de ganar esa Copa del Rey que en principio nadie quiere pero que al final tanto alegra los corazones de la hinchada. El que pierda, perderá un título, pero sobre todo, perderá ante el eterno rival... Y perderá de verdad. Sin excusas.

Llegados a este punto, el F.C. Barcelona juega con el factor campo a su favor pero con el factor caraja de cada año en el mes de febrero en su contra. El Real Madrid cuenta con su activo más importante, el que nunca le abandona. El Real Madrid llega a su primer match ball de la temporada apoyado por el habitual aliento mediático, incapaz de ver la viga que lleva incrustada pero muy atento a la paja que hay allí donde su entrenador señala.

El madridismo oficial acude al Camp Nou con la necesidad de levantar en Copa, igual que tendrá que hacer en Champions, un resultado adverso en territorio hostil, a 16 puntos del líder en la Liga, inmerso en una animada algarabía en su vestuario y vendiendo una remontada agónica en campo del colista de Primera División como demostración de épica y bemoles.

Inasequible al desaliento, el madridismo oficial cree que un equipo que ha ganado casi todo lo que ha jugado en lo que llevamos de temporada, que tiene la Liga prácticamente en el saco, que se juega el pase a la final de Copa y a cuartos de final de Champions en su estadio, llega desfondado al partido del próximo martes porque perdió en Milán y porque ha tenido que remontar, también, en su último partido de Liga.

Parece que remontar al Depor es una gesta. Parece que remontar al Sevilla denota una pájara preocupante.

Lo veremos el martes. Lo veremos a final de temporada...

martes, 19 de febrero de 2013

Somos lo que podemos.



Cuando alguien coge el coche en Málaga para ir a Vigo, tiene muy claro que no va a dar un paseo.

Hay que suponer que, con los tiempos que corren, Salva Ballesta habrá hecho los primeros kilometros de ese largo trayecto con la ilusión de quien tiene la suerte de afrontar un nuevo proyecto profesional.

Salva era el escogido por Abel Resino para acompañarle en el reto de mantener al Celta de Vigo en Primera División, pero una llamada ha obligado al ex jugador a dar media vuelta y volverse a su casa. Una parte de la afición del Celta no estaba por la labor y la directiva ha preferido dar marcha atrás y evitar que Salva Ballesta pasase a formar parte del equipo técnico de la entidad viguesa.

Evidentemente, lo políticamente correcto sería decir que el fútbol es sólo deporte y que mezclar deporte con política está muy feo. Porque es obvio que la decisión del Celta viene motivada por la significación política del zaragozano.

Claro que a veces olvidamos que el fútbol profesional ya no es un deporte. Es un espectáculo de masas que mueve colosales intereses económicos y, por supuesto, también políticos.

A algunos les puede la mística de los enfrentamientos entre católicos y protestantes en Glasgow. A algunos se les pone todo de punta al oír el himno de su país antes de un partido internacional. A otros se les va la saliva silbando y abucheando ese mismo himno. A algunos se les llena la boca insultando a la madre de una buena parte de esos otros desafectos compatriotas. Y a algunos se les abrieron las carnes ante la posibilidad de que Oleguer pudiese llegar a vestir la camiseta de La Roja.

Pero a la mayoría de esos algunos se les pone del revés que otros algunos, algunos pocos del Celta de Vigo, decidan que su club represente lo que a ellos les gustaría ser.

Y es entonces cuando la mayoría les acusa de mezclar deporte con política por preferir que, alguien que comparó a los nacionalistas con excrementos caninos, siga en su casa siendo todo lo español que pueda.

Porque algunos son lo que quieren.

Otros somos lo que podemos.

martes, 5 de febrero de 2013

Torpeza infinita...


Hoy no he dormido demasiado bien. Me he levantado con aquella resaca espiritual que produce la sombra de la mala conciencia.

Anoche, cenando con mi señora esposa, cometí un descuido imperdonable, una torpeza infinita.

Sin tener en cuenta que mis perros podían oír nuestra conversación, se me ocurrió comentar mis planes de ir a comer con unos amigos el próximo sábado.

Comprendo que obré mal. Teniendo las responsabilidades familiares que tengo, el sólo hecho de poder compartir mesa y mantel con amigos míos en un local público, dejando a mis fieles compañeros solos en casa, podría causar un insuperable trauma en mis tan queridos compañeros caninos.

Prometo que no lo haré más. Si me reúno alguna vez con alguien sin llevar a mis mascotas, prometo hacerlo convenientemente camuflado y, por supuesto, en la oscuridad de un parking.

Pese a todo, lo que realmente me angustia, es la posibilidad de que la vecina de arriba pudiese haber oído la conversación que mantuve posteriormente con mi señora, mientras poníamos el lavaplatos después de cenar. Se me ocurrió decir que un posible fichaje de Messi por el Albacete podría suponer un importante impulso para la entidad manchega. 

Confío de todo corazón que semejante información no llegue a manos de JJ Santos... o a alguno de los contactos de WhatsApp de Irene Junquera. 

Os agradeceré máxima discreción. El uso que podrían hacer de esa conversación privada, sería devastador.

sábado, 2 de febrero de 2013

Hay que expulsar a Messi del fútbol...


Que en un entorno tan super profesionalizado como el del fútbol de élite, Domènec Torrent y Carles Planchart, scouters del F.C. Barcelona, se dediquen a elaborar vídeos personalizados de jugadores rivales, se considera una evidencia de la constante traición a los valores por parte de una entidad ahogada en el victimismo y la autocompasión.

Normal. Un vídeo de media hora, centrado en un partido escogido al azar de un jugador, pongamos por caso Pepe, puede mostrar auténticas cafradas. Eso está feo.

Lo lógico es recordar violaciones realmente graves, como que Messi marcó un gol con la mano al Español en 2007, escupió a Duda en 2008 y pegó un balonazo a la grada del Bernabéu en 2011. Con semejante bagaje de marrullerias, con tan irrefutable reincidencia, es incomprensible que el mejor jugador de la historia haya podido ganar cuatro balones de oro de forma consecutiva.


Podría decirse que de lo único que no se acusa a Messi es de teatrero, pero un amable seguidor madridista me hizo llegar el otro día un escalofriante documento en el que se aprecia como, también en 2007, el cabezón D'Alessandro le pega, precisamente, un cabezazo a ese comediante al que hay que romperle una pierna para que se tire en el área rival y... aunque le da, la Pulga tiene la desfachatez de caerse al suelo (algo nunca visto antes en la historia del fútbol).


Así pues, teniendo claro que Messi es lo peor de lo peor, y ante la inmisericorde campaña universal contra Cristiano Ronaldo, que pretende ofrecer una distorsionada imagen de chulo y prepotente del astro portugués del Real Madrid, lo que toca es desenmascarar a un peligroso rosarino que se dedica a perseguir a prestigiosos técnicos por los túneles del Bernabéu y a esperar a mujeres embarazadas en los aparcamientos.

Si no fuese porque una relevante periodista de Madrid, a sueldo del paladín del rigor informativo (y que además es catalán), tiene en su poder un WhatsApp que demuestra que un argentino descontrolado llama "bobo" a un compañero de profesión, y porque uno de los mejores delanteros del mundo, confirma que él oyó como alguien llamaba a alguien "muñeco", podríamos llegar a la errónea conclusión que dos voceros han duplicado una única orden proveniente de una misteriosa fuente, una fuente a la que le gusta difundir acusaciones de doping y lindezas varias.

La caza al tobillo, el pisotón como método y el manoseo facial no son más que lances de un juego viril como pocos. Los mecherazos son la respuesta a las cabezas de cochinillo. Los gritos racistas son los mismos que se pueden oír en todos los estadios, sobre todo en el Camp Nou. Y los insultos a Catalunya no son más que una demostración de folklore local que realza la diversidad de España.

Lo que realmente es de juzgado de guardia, es que Messi suelte un lapo al suelo. Podemos divertirnos mucho discerniendo si el esputo se produce mirando al banquillo del Real Madrid o a Cuenca, pero ahí está la gracia. Además de mala persona resulta que Leo es un guarro.


Si por una misteriosa obsesión, a Cristiano Ronaldo se le llama chulo, el nacionalmadridismo no se puede conformar con llamar enano, subnormal y hormonado a Messi. Hay que ir más allá.


Nos queda claro que cualquier acción de dudosa rectitud protagonizada por un jugador, un técnico, un directivo, un seguidor, o un periodista afín a la Casa Blanca, está sobradamente justificada porque es la respuesta a algo que hizo, que se rumorea que hizo, que tal vez hizo o que seguro que hará en el futuro, alguien relacionado con el Barça.

Nos queda claro que cualquier acción de dudosa rectitud protagonizada por un culé, es la palmaria demostración de la baja catadura moral de aquellos que no son tan buenos como la opinión internacional, excepto la radicada a en pocos kilómetros de Concha Espina, se obstina en creer.

Para desmentir al mundo, el F.C. Barcelona, el barcelonismo en general, ese movimiento ideológico tan dañino, le hará un inmenso favor al señorío blanco preparando una encerrona en la vuelta de la semifinal de Copa a disputar en el Camp Nou en la que se desmembrará a Cristiano Ronaldo, se quemará el banquillo del Madrid y se colgará a Mou de los meñiques en Canaletes... Como siempre.

Messi, y los culés, son así de malos. 

@extrizquierdo

viernes, 1 de febrero de 2013

La noche en que Messi se cargó a Kennedy...


Sabiendo que ya es muy tarde, que hay que madrugar y con un buen libro esperando en la mesita de noche, oigo al erudito Paco Buyo decir que cuando Messi pierde es un macarra. ¿El Barça pierde? ¿Seguro? 

El contexto de semejante afirmación es la televisiva bazofia perpetrada por Josep Pedrerol cada noche en Intereconomía. La inocente pregunta que Punto Pelota lanza al aire pretende aclararnos que Messi tiene dos caras. Y claro, la conclusión es que Pepe y Cristiano Ronaldo son unos modestos querubines al lado del siniestro tuercebotas rosarino.

No importa. Nadie obliga a nadie a ver Punto Pelota. Nadie obliga a nadie a inyectarse caverna en vena para excitar sus más bajos instintos. Pero es muy difícil abstraerse de la más vergonzante y vergonzosa campaña de la "comunicación" en España: el ajusticiamiento público de Lionel Messi.

Programas como el de Pedrerol saben que viven del morbo de los barcelonistas cuando palma el Madrid y de la necesidad de cariño de los merengones cuando su equipo gana. Pero cuando el Madrid puede tirar la temporada en febrero, un empate en la ida se vende como si de la Décima se tratase y, ante la falta de argumentos, se quema lo que queda para tratar de convencer a su obcecada audiencia vikinga de lo que no es.

Con Guardiola en el Bayern y Mourinho en el limbo, Messi es el malo, Cristiano es el bueno y la mujer del amigo de Mourinho, Arbeloa, es la Juez Única del Comité Español de Disciplina Deportiva. 

Lo que se ve no cuenta. Lo que cuenta ahora es la "información" de Irene Junquera. 

Pues muy bien. Sólo queda que Josep Pedrerol convenza a sus televidentes nacionalmadridistas de que no se está meando en su oreja, de que no los considera a todos unos deficientes mentales.

Porque para tragar según que cosas, o hay que tener mucha necesidad... o hay que ser muy imbécil.