jueves, 28 de febrero de 2013

El contumaz fin de ciclo.


El Barça es una moda, el Real Madrid una leyenda.

Esta sentencia de nuevo cuño es la versión 2.0 de la máxima que, desde hace más de cincuenta años, viene manejando el entorno madridista: ningunear todo lo relacionado con el Barça. 

Los rectores de la opinión blanca se han empleado a fondo en presentar al barcelonismo en pleno como una tribu atenazada por el víctimismo, obcecada por una insuperable madriditis y acogotada por un derrotismo limitante.

En algún momento, esa visión externa de lo que es el Barça ha tenido una base real. La realidad de España en los años 50, 60 y 70 pudo dar pie a que un sentimiento de impotencia generalizada paralizase las ilusiones y las expectativas de una afición, de una sociedad, muy castigada por continuos e hirientes desengaños.

Mientras la frustración de unos coincidía con la felicidad de otros, una masa social mucho menos global que la actual confería a la culerada un rasgo tan catalán como es el fatalismo congénito, y más allá de la categoría de una u otra plantilla, de la existencia o no de ayudas arbitrales o de la desmesurada diferencia de volumen en los respectivos altavoces mediáticos, el hábito de ganar se instalaba, parecía que definitivamente, en el espíritu madridista.

A principios de los 90, sin embargo, algo agitó la conciencia del barcelonismo. Un anticipo holandés de lo que Mourinho significaría veinte años más tarde para el madridismo, devolvía al barcelonismo la confianza en sí mismo.

Un modelo mantenido en el tiempo, que ha  conseguido sobrevivir incluso a la gestión de infames directivas, ha llevado al F.C. Barcelona a transformar lo que era poco más que un sentimiento identitario en la convicción de que las tornas han cambiado, de que lo normal es que ganen más los que mejor juegan.

La obsesión del madridismo mediático, ante la imposibilidad de negar la evidencia, ha derivado en el contumaz esfuerzo de poner coto al éxito del concepto Barça. En poner muchos peros y en limitar en el tiempo, en convertir en una "moda", en poco más que villarato, una idea que ha llegado para quedarse.

El pasado martes, el Real Madrid le dio un repaso al F.C. Barcelona y lo eliminó de la Copa en un Camp Nou muy poco acostumbrado, en los últimos tiempos, a estropicios de semejante magnitud.

El varapalo ha sido duro. El barcelonismo no ha conseguido, horas después, encajar el golpe como si hizo con recientes quebrantos. Pero el Barcelonismo no debe olvidar que se superaron, sin problemas, fines de ciclo tan cavernariamente apocalípticos como la eliminación por abandono de Ronaldinho, la mourinhista eliminación en Champions ante el Inter, la derrota en la final de aquella Copa propensa a las caídas o la Liga de los 100 puntos.

Todo se superó sin problemas porque el modelo está claro y bien definido. Se pueden cometer errores, como ya se han cometido con anterioridad, pero si el equipo está a la altura de lo que él se espera, la fidelidad a un concepto, a una idea, ha de convertir en simple anécdota cualquier derrota.

En lo que siempre superará el madridismo al barcelonismo es en el positivismo ante la adversidad. Una victoria anula un ciclo, una derrota, si conviene, se puede vender como un éxito.

El sábado puede que veamos un nuevo capítulo. 

Cuestión de idiosincrasia.

martes, 26 de febrero de 2013

Baja laboral de larga duración.


Con un Real Madrid al borde del abismo, el F.C. Barcelona ha demostrado, una vez más, que su instinto asesino es más bien escaso.

El Barça no ha entendido que las variantes tácticas son compatibles con el sacrosanto estilo de juego y que, cuando la curva de rendimiento diseñada para tocar fondo físicamente en febrero, coincide con compromisos de mayor entidad de lo previsto a principio de temporada, es factible introducir algún golpe de efecto capaz de contrarrestar las armas de equipos físicamente superiores que, además, comienzan a saber de memoria como afrontar la posesión blaugrana.

Evidentemente, todos podemos ejercer de técnicos virtuales en las redes sociales. Las decisiones reales, las que cuentan, debe tomarlas, sin embargo, el director técnico de cada equipo. Y un equipo de élite, como es el F.C. Barcelona, acostumbra a tener un único y cualificado primer entrenador.

Por los motivos que todos conocemos, esta temporada el Barça no puede contar, desgraciadamente, con su  único y cualificado primer entrenador, y pese a que la propia inercia de un equipo ganador pareció enmascarar en los primeros momentos de ausencia la dura realidad, esa realidad se está mostrando con toda su crudeza en el peor momento posible.

Porque aunque la Liga esté ganada, quedar eliminado por tu máximo rival en una competición como la Copa y afrontar con una importante desventaja un cara o cruz ante un incómodo adversario en Champions, convierte lo que podía ser otra temporada histórica, en una buena temporada a secas... muy a secas.   

Todos esperamos el regreso del titular del banquillo del Barça confiando en su total recuperación. Pero algunos nos preguntamos, ahora probablemente con cierto ventajismo, si la solución adoptada por el club para cubrir una baja laboral de larga duración ha sido la más acertada.

Y es que, por ejemplo, que en una semifinal en la que era importante adelantarse en el marcador, se haya echado mano de los revulsivos en forma de artillería cuando lo que hacía falta entonces era evitar una goleada histórica, puede hacer pensar a más de uno.

O tal vez no.

domingo, 24 de febrero de 2013

Inasequible al desaliento.


Superada aquella fase de la temporada en la que algunos hombres somos capaces de hacer más de una cosa a la vez, como ver un partido de fútbol mientras discutimos con aquella alegría sobre la prima de riesgo, llegan esos momentos en que se requiere toda nuestra atención,  los momentos en los que mientras juega nuestro equipo no sabemos si estamos sentados en el sofá de casa o en la tercera gradería del estadio.


El próximo martes, Barça y Real Madrid ventilan la primera de sus finales particulares. El que supere la eliminatoria tendrá la gran oportunidad de ganar esa Copa del Rey que en principio nadie quiere pero que al final tanto alegra los corazones de la hinchada. El que pierda, perderá un título, pero sobre todo, perderá ante el eterno rival... Y perderá de verdad. Sin excusas.

Llegados a este punto, el F.C. Barcelona juega con el factor campo a su favor pero con el factor caraja de cada año en el mes de febrero en su contra. El Real Madrid cuenta con su activo más importante, el que nunca le abandona. El Real Madrid llega a su primer match ball de la temporada apoyado por el habitual aliento mediático, incapaz de ver la viga que lleva incrustada pero muy atento a la paja que hay allí donde su entrenador señala.

El madridismo oficial acude al Camp Nou con la necesidad de levantar en Copa, igual que tendrá que hacer en Champions, un resultado adverso en territorio hostil, a 16 puntos del líder en la Liga, inmerso en una animada algarabía en su vestuario y vendiendo una remontada agónica en campo del colista de Primera División como demostración de épica y bemoles.

Inasequible al desaliento, el madridismo oficial cree que un equipo que ha ganado casi todo lo que ha jugado en lo que llevamos de temporada, que tiene la Liga prácticamente en el saco, que se juega el pase a la final de Copa y a cuartos de final de Champions en su estadio, llega desfondado al partido del próximo martes porque perdió en Milán y porque ha tenido que remontar, también, en su último partido de Liga.

Parece que remontar al Depor es una gesta. Parece que remontar al Sevilla denota una pájara preocupante.

Lo veremos el martes. Lo veremos a final de temporada...

martes, 19 de febrero de 2013

Somos lo que podemos.



Cuando alguien coge el coche en Málaga para ir a Vigo, tiene muy claro que no va a dar un paseo.

Hay que suponer que, con los tiempos que corren, Salva Ballesta habrá hecho los primeros kilometros de ese largo trayecto con la ilusión de quien tiene la suerte de afrontar un nuevo proyecto profesional.

Salva era el escogido por Abel Resino para acompañarle en el reto de mantener al Celta de Vigo en Primera División, pero una llamada ha obligado al ex jugador a dar media vuelta y volverse a su casa. Una parte de la afición del Celta no estaba por la labor y la directiva ha preferido dar marcha atrás y evitar que Salva Ballesta pasase a formar parte del equipo técnico de la entidad viguesa.

Evidentemente, lo políticamente correcto sería decir que el fútbol es sólo deporte y que mezclar deporte con política está muy feo. Porque es obvio que la decisión del Celta viene motivada por la significación política del zaragozano.

Claro que a veces olvidamos que el fútbol profesional ya no es un deporte. Es un espectáculo de masas que mueve colosales intereses económicos y, por supuesto, también políticos.

A algunos les puede la mística de los enfrentamientos entre católicos y protestantes en Glasgow. A algunos se les pone todo de punta al oír el himno de su país antes de un partido internacional. A otros se les va la saliva silbando y abucheando ese mismo himno. A algunos se les llena la boca insultando a la madre de una buena parte de esos otros desafectos compatriotas. Y a algunos se les abrieron las carnes ante la posibilidad de que Oleguer pudiese llegar a vestir la camiseta de La Roja.

Pero a la mayoría de esos algunos se les pone del revés que otros algunos, algunos pocos del Celta de Vigo, decidan que su club represente lo que a ellos les gustaría ser.

Y es entonces cuando la mayoría les acusa de mezclar deporte con política por preferir que, alguien que comparó a los nacionalistas con excrementos caninos, siga en su casa siendo todo lo español que pueda.

Porque algunos son lo que quieren.

Otros somos lo que podemos.

martes, 5 de febrero de 2013

Torpeza infinita...


Hoy no he dormido demasiado bien. Me he levantado con aquella resaca espiritual que produce la sombra de la mala conciencia.

Anoche, cenando con mi señora esposa, cometí un descuido imperdonable, una torpeza infinita.

Sin tener en cuenta que mis perros podían oír nuestra conversación, se me ocurrió comentar mis planes de ir a comer con unos amigos el próximo sábado.

Comprendo que obré mal. Teniendo las responsabilidades familiares que tengo, el sólo hecho de poder compartir mesa y mantel con amigos míos en un local público, dejando a mis fieles compañeros solos en casa, podría causar un insuperable trauma en mis tan queridos compañeros caninos.

Prometo que no lo haré más. Si me reúno alguna vez con alguien sin llevar a mis mascotas, prometo hacerlo convenientemente camuflado y, por supuesto, en la oscuridad de un parking.

Pese a todo, lo que realmente me angustia, es la posibilidad de que la vecina de arriba pudiese haber oído la conversación que mantuve posteriormente con mi señora, mientras poníamos el lavaplatos después de cenar. Se me ocurrió decir que un posible fichaje de Messi por el Albacete podría suponer un importante impulso para la entidad manchega. 

Confío de todo corazón que semejante información no llegue a manos de JJ Santos... o a alguno de los contactos de WhatsApp de Irene Junquera. 

Os agradeceré máxima discreción. El uso que podrían hacer de esa conversación privada, sería devastador.

sábado, 2 de febrero de 2013

Hay que expulsar a Messi del fútbol...


Que en un entorno tan super profesionalizado como el del fútbol de élite, Domènec Torrent y Carles Planchart, scouters del F.C. Barcelona, se dediquen a elaborar vídeos personalizados de jugadores rivales, se considera una evidencia de la constante traición a los valores por parte de una entidad ahogada en el victimismo y la autocompasión.

Normal. Un vídeo de media hora, centrado en un partido escogido al azar de un jugador, pongamos por caso Pepe, puede mostrar auténticas cafradas. Eso está feo.

Lo lógico es recordar violaciones realmente graves, como que Messi marcó un gol con la mano al Español en 2007, escupió a Duda en 2008 y pegó un balonazo a la grada del Bernabéu en 2011. Con semejante bagaje de marrullerias, con tan irrefutable reincidencia, es incomprensible que el mejor jugador de la historia haya podido ganar cuatro balones de oro de forma consecutiva.


Podría decirse que de lo único que no se acusa a Messi es de teatrero, pero un amable seguidor madridista me hizo llegar el otro día un escalofriante documento en el que se aprecia como, también en 2007, el cabezón D'Alessandro le pega, precisamente, un cabezazo a ese comediante al que hay que romperle una pierna para que se tire en el área rival y... aunque le da, la Pulga tiene la desfachatez de caerse al suelo (algo nunca visto antes en la historia del fútbol).


Así pues, teniendo claro que Messi es lo peor de lo peor, y ante la inmisericorde campaña universal contra Cristiano Ronaldo, que pretende ofrecer una distorsionada imagen de chulo y prepotente del astro portugués del Real Madrid, lo que toca es desenmascarar a un peligroso rosarino que se dedica a perseguir a prestigiosos técnicos por los túneles del Bernabéu y a esperar a mujeres embarazadas en los aparcamientos.

Si no fuese porque una relevante periodista de Madrid, a sueldo del paladín del rigor informativo (y que además es catalán), tiene en su poder un WhatsApp que demuestra que un argentino descontrolado llama "bobo" a un compañero de profesión, y porque uno de los mejores delanteros del mundo, confirma que él oyó como alguien llamaba a alguien "muñeco", podríamos llegar a la errónea conclusión que dos voceros han duplicado una única orden proveniente de una misteriosa fuente, una fuente a la que le gusta difundir acusaciones de doping y lindezas varias.

La caza al tobillo, el pisotón como método y el manoseo facial no son más que lances de un juego viril como pocos. Los mecherazos son la respuesta a las cabezas de cochinillo. Los gritos racistas son los mismos que se pueden oír en todos los estadios, sobre todo en el Camp Nou. Y los insultos a Catalunya no son más que una demostración de folklore local que realza la diversidad de España.

Lo que realmente es de juzgado de guardia, es que Messi suelte un lapo al suelo. Podemos divertirnos mucho discerniendo si el esputo se produce mirando al banquillo del Real Madrid o a Cuenca, pero ahí está la gracia. Además de mala persona resulta que Leo es un guarro.


Si por una misteriosa obsesión, a Cristiano Ronaldo se le llama chulo, el nacionalmadridismo no se puede conformar con llamar enano, subnormal y hormonado a Messi. Hay que ir más allá.


Nos queda claro que cualquier acción de dudosa rectitud protagonizada por un jugador, un técnico, un directivo, un seguidor, o un periodista afín a la Casa Blanca, está sobradamente justificada porque es la respuesta a algo que hizo, que se rumorea que hizo, que tal vez hizo o que seguro que hará en el futuro, alguien relacionado con el Barça.

Nos queda claro que cualquier acción de dudosa rectitud protagonizada por un culé, es la palmaria demostración de la baja catadura moral de aquellos que no son tan buenos como la opinión internacional, excepto la radicada a en pocos kilómetros de Concha Espina, se obstina en creer.

Para desmentir al mundo, el F.C. Barcelona, el barcelonismo en general, ese movimiento ideológico tan dañino, le hará un inmenso favor al señorío blanco preparando una encerrona en la vuelta de la semifinal de Copa a disputar en el Camp Nou en la que se desmembrará a Cristiano Ronaldo, se quemará el banquillo del Madrid y se colgará a Mou de los meñiques en Canaletes... Como siempre.

Messi, y los culés, son así de malos. 

@extrizquierdo

viernes, 1 de febrero de 2013

La noche en que Messi se cargó a Kennedy...


Sabiendo que ya es muy tarde, que hay que madrugar y con un buen libro esperando en la mesita de noche, oigo al erudito Paco Buyo decir que cuando Messi pierde es un macarra. ¿El Barça pierde? ¿Seguro? 

El contexto de semejante afirmación es la televisiva bazofia perpetrada por Josep Pedrerol cada noche en Intereconomía. La inocente pregunta que Punto Pelota lanza al aire pretende aclararnos que Messi tiene dos caras. Y claro, la conclusión es que Pepe y Cristiano Ronaldo son unos modestos querubines al lado del siniestro tuercebotas rosarino.

No importa. Nadie obliga a nadie a ver Punto Pelota. Nadie obliga a nadie a inyectarse caverna en vena para excitar sus más bajos instintos. Pero es muy difícil abstraerse de la más vergonzante y vergonzosa campaña de la "comunicación" en España: el ajusticiamiento público de Lionel Messi.

Programas como el de Pedrerol saben que viven del morbo de los barcelonistas cuando palma el Madrid y de la necesidad de cariño de los merengones cuando su equipo gana. Pero cuando el Madrid puede tirar la temporada en febrero, un empate en la ida se vende como si de la Décima se tratase y, ante la falta de argumentos, se quema lo que queda para tratar de convencer a su obcecada audiencia vikinga de lo que no es.

Con Guardiola en el Bayern y Mourinho en el limbo, Messi es el malo, Cristiano es el bueno y la mujer del amigo de Mourinho, Arbeloa, es la Juez Única del Comité Español de Disciplina Deportiva. 

Lo que se ve no cuenta. Lo que cuenta ahora es la "información" de Irene Junquera. 

Pues muy bien. Sólo queda que Josep Pedrerol convenza a sus televidentes nacionalmadridistas de que no se está meando en su oreja, de que no los considera a todos unos deficientes mentales.

Porque para tragar según que cosas, o hay que tener mucha necesidad... o hay que ser muy imbécil.