viernes, 22 de marzo de 2013

¿Por qué llora Mou?


No dar puntada sin hilo...

Esa es una expresión que siempre me ha llamado la atención. El sentido parece claro. Se refiere a alguien que nunca hace o dice nada sin la intención de sacar provecho. Pero nunca he tenido del todo claro si el que da la puntada es un vivales o un tío muy lúcido. Lo lógico sería pensar que las dos cosas.

Alguien que no ha dado una puntada sin hilo en toda su vida es José Mourinho, un espabilado y, en principio, inteligente portugués con residencia temporal en España. Todas los lágrimas, excusas, quejas, bravatas e inconveniencias expelidas por esa boquita de piñón han tenido siempre una segunda, e incluso tercera y puñetera intención.

Lo que no cuadra con la inteligencia del personaje... insisto, personaje, es su contumaz empeño en creer que al resto de los mortales nos falta un hervor. La inteligencia propia no es un valor comparativo. Uno no es más capaz cuánto más mendrugo es el otro. 

Y sin embargo, The Special One, animado por la incondicional entrega de su masa de fervientes seguidores, insiste en menospreciar la capacidad intelectual del resto de la humanidad.

Casi tres meses después de no ganar el Balón de Oro como mejor entrenador de 2012, y casi tres meses después de que la niña de sus ojos no ganase el Balón de Oro como mejor jugador de 2012, The Only One decide aprovechar el parón liguero para refocilarse en su ciénaga particular, y creyendo que todos nos chupamos el dedo, hace ver que echa mierda sobre el mismo organismo que le consideró el mejor entrenador del mundo mundial en 2010 y que consideró al club que le paga como el mejor club del siglo XX.

Pero Mou no ensucia el buen o mal nombre que pueda tener la FIFA. Lo que José Mourinho pretende es, ante la que se avecina, liquidar un galardón que, ¡oh, Dios mío! podría recaer por quinta vez consecutiva en un Messi al que no afectan las campañas de imagen que se puedan orquestar en favor de Cristiano Ronaldo (otro portugués que pasa dificultades en España).

Un Messi con cinco Balones de Oro, y firme candidato a ganar el Mundial de 2014, sería mucho más de lo que podrían soportar los adoradores del clan portugués del Real Madrid.

Si además, Tito vuelve a tiempo para ganar en el año de su debut Liga y Champions, cabría la posibilidad de que, ¡maldición!, el Balón de Oro al mejor entrenador siguiese el camino que señaló el dedo del que no da puntada sin hilo.

¿Por qué llora entonces Mou?

Está claro. Hay que destruir el Balón de Oro... No da más que disgustos.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Después de la semana fantástica, ya es primavera en la caverna.


Hay un señor que se llama Paulo Duarte, antiguo ayudante de José Mourinho en el União Leiria y hoy seleccionador nacional de Gabón, al que le faltó tiempo para ponerse en contacto con su antiguo jefe para decirle que no, que era mejor que no contase con su sufragio en la elección del Balón de Oro al mejor entrenador, ya que su voto había entrado fuera de plazo.

Parece ser que en diciembre, The Special One ya sabía quien ganaba y quien perdía el dichoso premio. Ante semejante catástrofe, Mourinho decidió no hacer acto de presencia en la Gala celebrada el pasado 7 de enero en Zurich... porque ya se sabe que Mou no es muy partidario de ver como los demás celebran algo.

Hace dos años, Mourinho ganó por un escaso margen ese galardón tan desprestigiado ahora en el entorno madridista. Se supone que entonces todo estuvo en orden. Del Bosque y Guardiola, fíjate tú, estuvieron allí para aplaudirle.

El tema no daría para más si no fuese porque a los late night mourinhistas de la TDT cavernaria, no se les ocurrió otra cosa, en caliente, que dar veracidad a la ultima tontería de The Only One.

Y es que parece que después de la semana fantástica del Real Madrid, la llegada de la primavera ha desnudado la situación real del equipo blanco... buena, bastante buena, pero no tan excepcional como nos quisieron vender.

El Madrid de Mou está muerto en la Liga, vivo en Champions y muy vivo en Copa, pero más allá de la Supercopa de España, no tiene aún ningún título que celebrar.

Se ganó bien a un Barça al que ya veían fuera de la Champions. De repente, la Décima y la Copa del Rey estaban al alcance de la mano. Pero apenas quince días después, la Liga está ya casi en las vitrinas del Museu del Barça, los hombres de Tito y Roura vuelven a ser favoritos para llevarse la Champions y la Copa tendrán que jugarsela a una carta ante el Atlético de Simeone y Falcao.

Parece que las dudas florecen cual astenia primaveral y los marrones se liquidan por la vía rápida.

El mensaje es que el Real Madrid está mejor que nunca y que Mou sigue siendo la víctima de una conspiración global del siniestro madridismo disfrazado.

Ya puestos, los defensores de los símbolos patrios y de los himnos sacrosantos, incluso justifican que Benzemá no cante el himno de Francia... deben pensar que todo vale mientras sea el himno de otros y que menos mal que la Marcha Real no tiene letra.

Lo que les está costando más es justificar que un multimillonario que se ha hecho con el control de una de las instituciones más mediáticas del Estado, se queje de lo difícil que resulta ser portugués en España.

Por hablar de un país allí arriba, casi castran a Guardiola.

Pero esa es otra historia.

martes, 12 de marzo de 2013

Estaban centrifugando...


A 13 puntos en Liga, el pertinaz fin de ciclo volvía a aflorar con fuerza en el siempre sediento de sangre entorno medíático madridista.

Con el Barça fulminado en Copa, la tercera Champions se antojaba más asequible para Mourinho. Esa Tercera coincidiría, anecdóticamente, con la tan anhelada Décima... y con una Copa y una Champions, la Liga del Barça se querría vender como un torneo de primavera.

Pero lo único que le faltaba a los herederos del Dream Team era ofrecer a su afición una remontada histórica... y los del recalcitrante fin de ciclo han demostrado a los aficionados más jóvenes en que consiste una auténtica montaña rusa de emociones.

Los culés veinteañeros merecían una noche como esta. Los más mayores quizás no... no serían, no seríamos capaces de resistir otra noche como esta.

A partir de aquí, lo que pase será grande o será inconmensurable, pero los del obstinado fin de ciclo han demostrado que el ciclo no ha acabado...

Estaban centrifugando.



domingo, 10 de marzo de 2013

Alivio en el fracaso del otro.


No hace tanto, ganar una Copa ya era un gran éxito que, además de justificar una temporada, ennoblecía un palmarés brillante pero siempre necesitado de seguir creciendo.

Hoy en día, con los dos transatlánticos de la Liga española encaramados en lo más alto de la élite del fútbol mundial, los títulos ya no son un objetivo. Son una obligación.

El Real Madrid no ha conseguido nunca en su historia conquistar Liga, Copa y Champions de una sola tacada. El F.C. Barcelona ganó, en 2009, los tres grandes títulos de la temporada, además de la pedrea en forma de Supercopa de España, de Europa y Mundialito de Clubes.

Pero el Real Madrid tiene más Copas de Europa que nadie. Eso si. Y lo demás, para según quien, parece anecdótico... una moda pasajera.

Y es que, últimamente, además de presumir del porrón de trofeos de tus vitrinas, lo que se lleva es demostrar la vergüenza que produciría ganar los del otro. Parece que, además de ganar, lo importante es que el vecino pierda.

Y esa sensación, ese sentimiento, a medida que los dos grandes se van quedando solos en la madrugada, más que remitir, va hinchándose peligrosamente.

Las derrotas ajenas se celebran como las propias victorias.

Si el Barça gana la Liga, pero el Madrid se lleva la Copa y la Champions, guste o no, la Liga será una Liga pequeña, diminuta.

Si el Barça consigue eliminar al Milan, conquista la Champions y remata la Liga, la Copa del Madrid será, digan lo que digan los voceros del madridismo, un trago corto... muy corto.

Y si el Barça gana la Liga, gana la Champions, y el Atlético campeona en un Bernabéu liberado de obras en los miccionarios, el doblete del Barça valdrá casi tanto como el triplete de 2009. O más.

Todo esto puede parecer triste... muy triste.

O no.

jueves, 7 de marzo de 2013

La vergüenza de ganar títulos...


El Real Madrid ha superado la que había de ser la semana del holocausto merengue clasificándose para la final de Copa, para cuartos de Champions y derrotando dos veces al F.C. Barcelona.

A pesar de mantenerse tercero en la Liga a 13 puntos del líder y de no haber conseguido aún ningún título (más allá de la Supercopa de España, hace ya unos meses, superando también al Barça), el alivio sentido por la parroquia blanca es más que razonable.

En este escenario, con la Liga perdida pero con mucho que ganar, el sentido común debería conducir al entorno madridista a medir esfuerzos, dosificar emociones y administrar arrebatos. 

Pero en un fútbol de trinchera, percutido y perturbado por un pseudoperiodismo de bufanda y pandereta, el sentido común, la cordura más elemental, brillan por su ausencia; y donde el destino tiende puentes de oro a la sensatez, la obcecación, la obstinación en el error, impone el ridículo más colosal a aquellos que tienen en su mano la posibilidad de enmendar gravísimos errores del pasado.

Después de años de villarato, platinato, calendariato y cualquier ato que pudiese ensuciar los logros del rival, los talibanes del nacionalmadridismo mediático miran para otro lado y, lejos de reconocer errores, insisten en la mentira. Allí donde toda Europa ve errores arbitrales que favorecen al Real Madrid, la yihad mourinhista se mantiene en que el perjudicado sigue siendo el equipo blanco, y de paso, reavivan sin pudor los mitos con los que han podido soportar la hegemonía blaugrana de estas últimas temporadas.

Deberíamos, entre todos, esforzarnos en olvidar los envenenados argumentos con los que Mourinho ha inoculado a una receptiva caverna mediática, para disfrutar, desde nuestros irreconciliables rincones futbolísticos, de un final de temporada que, muy a pesar de algunos, aún puede deparar insospechadas emociones.

En definitiva, la vergüenza ajena debería servir, además de para sentirla con los títulos que ganan los demás, para modular las propias actitudes.


viernes, 1 de marzo de 2013

Jugar con las cartas marcadas.

El antimadridismo, ese colectivo global que gracias a un entrenador portugués se multiplica día a día, se las prometía muy felices cuando antes del partido de vuelta de la Copa del Rey, la perspectiva de que el Real Madrid quedase fuera de las tres competiciones en apenas ocho días parecía más que tangible.

Después de eliminar al Barça en su propio estadio, cualquiera diría que las tornas han cambiado y que el equipo que aventaja al otro en 16 puntos en el campeonato de Liga es el Real Madrid.

De repente la Copa ya está ganada, la Décima al alcance y la Liga no es más que un estorbo en una temporada diseñada para conseguir otros objetivos.

De aquí al mes de mayo, pueden pasar muchas cosas. Está claro que si, que el Real Madrid puede ganar en Manchester y llegar a conseguir la Champions, barrer al Atlético en la final de Copa e incluso, ganar al Barça mañana, esperar que culés y colchoneros tengan una pájara descomunal y ganar la Liga con una remontada histórica.

Sin embargo, observando las reacciones de la prensa acólita, parece que a nadie se le pase por la cabeza la posibilidad de que el Barça pueda ganar mañana virtualmente la Liga en el Bernabéu, de que el Real Madrid caiga eliminado en Champions por el Manchester United e incluso ¿porqué no? por el propio F.C. Barcelona y de que el 18 de mayo, los aficionados del Atlético de Madrid celebren la consecución de la Copa del Rey en Neptuno.

Y eso sucede por la inveterada costumbre del entorno mediático madridista de jugar con las cartas marcadas.

Si mañana gana el Barça en el Bernabéu, será porque la Liga ya no cuenta y ganar a los "suplentes" del Madrid lo hace hasta la Ponferradina.

Si mañana gana el Real Madrid, la Liga estará viva, el Barça acabado y los próximos catorce balones de oro se tendrán que repartir entre Cristiano, Callejón y Arbeloa.

Pase lo que pase, gana el Real Madrid.

Tal vez sea así... pero si unos juegan con las cartas marcadas, otros aún creen en la justicia poética.