miércoles, 23 de enero de 2013

Sólo falta que el Barça gane en Málaga...


La autogestión de Mourinho le ha endiñado siete castañas a la educación de Valverde en dos partidos. Uno de Liga y uno de Copa.

Y aunque esta noche, en Mestalla, se masca la demolición total de la resurrección del Valencia, los que subjetivamente somos muy poco simpatizantes del Real Madrid tenemos aquel palpito de que cuando el merengonismo llega muy crecido, se pega un sopapo de los que hacen época.

Lo más normal es que a eso de medianoche, el palpito, tengamos que introducirnoslo por donde amargan los pepinos. Pero a estas horas de la mañana, el palpito es nuestro. Y lo cuidamos. Y lo hacemos crecer.

Si finalmente pasa lo que parece inevitable y el Madrid le da un masaje a los chés, podría quedar el enorme consuelo de una semifinal Barça - Real Madrid.

Y aunque algunos dicen estar cansados de las degollinas entre los dos cachas del fútbol español, yo no me lo creo...

Un Barça - Real Madrid viene a ser como el sexo en la vida de un adolescente. Todo lo que se hace, va dirigido en una sola dirección. Y Barça y Madrid existen para jugar entre ellos, y ganar.

Después de las bobadas oídas después de la primera derrota del Barça en Liga, lo que mejor le vendría a los chicos de Tito es una serie de enfrentamientos con la panda de Mou, y aunque esta noche no puedo ir a favor del Real Madrid (mi religión me lo impide), casi, casi, celebraré que pase de ronda.

Sólo falta que el Barça gane en Málaga... claro.

@extrizquierdo

martes, 22 de enero de 2013

Ser del Barça, ser de fulano...

Yo vi jugar a Manolo Clares. 

Era una época en la que la camiseta no era Nike... no era Nike ni era nada. Era la camiseta del Barça, sin más.


Haber visto jugar a Clares es algo que, más allá de demostrar que eres bastante menos joven de lo que quisieras, no tiene mucho mérito. Eso si, marca un huevo el resto de tu vida de forofo.  

Habiendo visto jugar a Manolo Clares, has podido comprobar como algunos jugadores a los que no elegirías ni para un solteros contra casados, acaban por obra y gracia de sus representantes, defendiendo los colores de tu equipo. Esos troncos son entonces los héroes en manos de los cuales depositas un trocito de tu alma.

Defiendes a Clares, defiendes a Paco Clos, defiendes a Archibald, y defiendes a Julio Salinas, porque son el Barça... y uno no es de Cruyff, no es de Maradona, no es de Ronaldinho o no es de de Messi (bueno, de Messi un poquito). Uno es del Barça.

Pareciendo algo tan obvio, resulta que en un Barça al que no encontramos el ojo por donde meterle el dedo, el pollo se ha de montar a partir de si un jugador quiere acabar su carrera en el club o prefiere vivir nuevas experiencias y aprender otros idiomas. O ganar más dinero.  

Todos los que ya jugaron en el Barça dejaron antes el club. Algunos lo hicieron con gloria, otros por la puerta de atrás y otros se fueron al maligno, pero la institución siguió siempre adelante.

Ahora parece que los valores consisten en aplaudir la lícita pero errónea estrategia temporal de un jugador, recordar lo mucho que ha hecho por nosotros y criticar a cualquier posible sustituto porque no alcanza el nivel del que se va.

Jugadores como el Milonguita Heredia, como el Torito Zuviria, como el Chapi Ferrer o como Sylvinho, a secas, ya se dejaron lo que tenían que dejarse sobre el campo y nadie decidió crear un club de fans dedicado a ellos.

Muchos preferimos desear toda la suerte del mundo a los que buscan nuevas oportunidades (menos a Figo) y, sobre todo, esperar que los que están por llegar lo hagan aún mejor que los que se fueron... si es posible.

Pero bueno, podemos ser del Barça o podemos ser de fulano.