martes, 19 de febrero de 2013

Somos lo que podemos.



Cuando alguien coge el coche en Málaga para ir a Vigo, tiene muy claro que no va a dar un paseo.

Hay que suponer que, con los tiempos que corren, Salva Ballesta habrá hecho los primeros kilometros de ese largo trayecto con la ilusión de quien tiene la suerte de afrontar un nuevo proyecto profesional.

Salva era el escogido por Abel Resino para acompañarle en el reto de mantener al Celta de Vigo en Primera División, pero una llamada ha obligado al ex jugador a dar media vuelta y volverse a su casa. Una parte de la afición del Celta no estaba por la labor y la directiva ha preferido dar marcha atrás y evitar que Salva Ballesta pasase a formar parte del equipo técnico de la entidad viguesa.

Evidentemente, lo políticamente correcto sería decir que el fútbol es sólo deporte y que mezclar deporte con política está muy feo. Porque es obvio que la decisión del Celta viene motivada por la significación política del zaragozano.

Claro que a veces olvidamos que el fútbol profesional ya no es un deporte. Es un espectáculo de masas que mueve colosales intereses económicos y, por supuesto, también políticos.

A algunos les puede la mística de los enfrentamientos entre católicos y protestantes en Glasgow. A algunos se les pone todo de punta al oír el himno de su país antes de un partido internacional. A otros se les va la saliva silbando y abucheando ese mismo himno. A algunos se les llena la boca insultando a la madre de una buena parte de esos otros desafectos compatriotas. Y a algunos se les abrieron las carnes ante la posibilidad de que Oleguer pudiese llegar a vestir la camiseta de La Roja.

Pero a la mayoría de esos algunos se les pone del revés que otros algunos, algunos pocos del Celta de Vigo, decidan que su club represente lo que a ellos les gustaría ser.

Y es entonces cuando la mayoría les acusa de mezclar deporte con política por preferir que, alguien que comparó a los nacionalistas con excrementos caninos, siga en su casa siendo todo lo español que pueda.

Porque algunos son lo que quieren.

Otros somos lo que podemos.

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