domingo, 10 de marzo de 2013

Alivio en el fracaso del otro.


No hace tanto, ganar una Copa ya era un gran éxito que, además de justificar una temporada, ennoblecía un palmarés brillante pero siempre necesitado de seguir creciendo.

Hoy en día, con los dos transatlánticos de la Liga española encaramados en lo más alto de la élite del fútbol mundial, los títulos ya no son un objetivo. Son una obligación.

El Real Madrid no ha conseguido nunca en su historia conquistar Liga, Copa y Champions de una sola tacada. El F.C. Barcelona ganó, en 2009, los tres grandes títulos de la temporada, además de la pedrea en forma de Supercopa de España, de Europa y Mundialito de Clubes.

Pero el Real Madrid tiene más Copas de Europa que nadie. Eso si. Y lo demás, para según quien, parece anecdótico... una moda pasajera.

Y es que, últimamente, además de presumir del porrón de trofeos de tus vitrinas, lo que se lleva es demostrar la vergüenza que produciría ganar los del otro. Parece que, además de ganar, lo importante es que el vecino pierda.

Y esa sensación, ese sentimiento, a medida que los dos grandes se van quedando solos en la madrugada, más que remitir, va hinchándose peligrosamente.

Las derrotas ajenas se celebran como las propias victorias.

Si el Barça gana la Liga, pero el Madrid se lleva la Copa y la Champions, guste o no, la Liga será una Liga pequeña, diminuta.

Si el Barça consigue eliminar al Milan, conquista la Champions y remata la Liga, la Copa del Madrid será, digan lo que digan los voceros del madridismo, un trago corto... muy corto.

Y si el Barça gana la Liga, gana la Champions, y el Atlético campeona en un Bernabéu liberado de obras en los miccionarios, el doblete del Barça valdrá casi tanto como el triplete de 2009. O más.

Todo esto puede parecer triste... muy triste.

O no.

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