La autogestión de Mourinho le ha endiñado siete castañas a la educación de Valverde en dos partidos. Uno de Liga y uno de Copa.
Y aunque esta noche, en Mestalla, se masca la demolición total de la resurrección del Valencia, los que subjetivamente somos muy poco simpatizantes del Real Madrid tenemos aquel palpito de que cuando el merengonismo llega muy crecido, se pega un sopapo de los que hacen época.
Lo más normal es que a eso de medianoche, el palpito, tengamos que introducirnoslo por donde amargan los pepinos. Pero a estas horas de la mañana, el palpito es nuestro. Y lo cuidamos. Y lo hacemos crecer.
Si finalmente pasa lo que parece inevitable y el Madrid le da un masaje a los chés, podría quedar el enorme consuelo de una semifinal Barça - Real Madrid.
Y aunque algunos dicen estar cansados de las degollinas entre los dos cachas del fútbol español, yo no me lo creo...
Un Barça - Real Madrid viene a ser como el sexo en la vida de un adolescente. Todo lo que se hace, va dirigido en una sola dirección. Y Barça y Madrid existen para jugar entre ellos, y ganar.
Después de las bobadas oídas después de la primera derrota del Barça en Liga, lo que mejor le vendría a los chicos de Tito es una serie de enfrentamientos con la panda de Mou, y aunque esta noche no puedo ir a favor del Real Madrid (mi religión me lo impide), casi, casi, celebraré que pase de ronda.
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